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Las Pascuas en Hungría

Kinga Dornacher

El regado de las jóvenes
El regado de las jóvenes
Pascua es una de las principales fiestas que marcan el año de las culturas europeas. Su nombre de raíz latina indica que la fiesta cristiana que conmemora la resurrección del Cristo es similar a la fiesta judía de la Pessah que conmemora la salida del pueblo judío de Egipto, su liberación de la esclavitud. El nombre de raíz germánica indica su unión con religiones más antiguas: viene de Ostera, nombre de la diosa de la fecundidad primaveral. El nombre húngaro de la fiesta Húsvét –de hús ’carne’ y de vét ’toma’– indica su papel de cierre del periodo ritual de ayuno de la Cuaresma.

Estos tres nombres indican claramente que esta fiesta cristiana, como tantas otras, se ha adherido a fiestas y ritos más antiguos que ya existían antes de la conquista del Cristianismo. E indica la sabiduría de los primeros misioneros y de hombres políticos que, como el primer rey húngaro y cristiano István –San Esteban–, tuvieron la inteligencia, cuando impusieron la religión cristiana, de dejarle al pueblo las fiestas paganas que marcaban su año, y contentándose con añadir un nuevo significado espiritual a los ritos ancestrales cuya erradicación hubiera supuesto el riesgo de rebelión en el seno del pueblo. Esteban sabía qué importancia tenía para su pueblo el abrazar un modo de vida sedentaria y la religión cristiana si quería encontrar un lugar en el seno de Europa y de asegurarse de la ayuda de los aliados poderosos –entre los cuales se encontraba el Papa­– para conseguirlo. Y como la lengua húngara que ha subsistido de manera misteriosa, casi milagrosa, entre y contra tantas invasiones, dominios culturales y la presencia de fuertes minorías, el pueblo húngaro que se somete a las exigencias religiosas imprescindibles –bautismo, ritos cristianos– logra mantener, en sus usos y costumbres, una relación viva y directa con sus raíces ancestrales.

Distinguiré por lo tanto, dentro de las costumbres pascuales y los símbolos que conllevan, tres grupos: las costumbres que llamaré biorítmicas, las costumbres pre-cristianas y las costumbres cristianas. Los tres niveles se encuentran fuertemente relacionados y forman un todo.

Me concentraré menos en las costumbres cristianas presentes de hecho en otros lugares –como el cordero pascual– y en el simbolismo del conejo de Pascua, unido a la divinidad de Ostera –representada siempre rodeada de pájaros y conejos– para centrarme más particularmente en las relacionadas con la cultura húngara ancestral.

El invierno, para los antiguos era un periodo de descanso en el trabajo de la tierra, un periodo que favorecía los contactos sociales: se tenía el tiempo para reunirse, hablar –manteniendo las manos ocupadas en hilar, desgranar el maíz, etc.– cantar y bailar: era la estación de las bodas, y del Carnaval. En las culturas sedentarias de ganaderos es la época de la matanza, ya que el frío garantiza que la carne no se estropee durante los procedimientos de conservación, el salado y el ahumado. Este periodo es un tiempo fastuoso, necesario tanto para ayudar al organismo a combatir el frío, muchas veces extremo, tanto a la mente a combatir la depresión provocada por la falta de luz.

Este periodo de abundancia se ve clausurado por un periodo de abstinencia –la Cuaresma– antes de la llegada de la primavera, periodo en el que la necesidad de mantener la salud era evidente para los antiguos, buenos observadores. Además el consumo de la carne tiene como efecto hacer descender las energías de la parte superior de cuerpo hacia la parte inferior. El régimen vegetariano tiene el efecto contrario, hace subir el centro de gravedad energética hacia la cabeza privilegiando de ese modo la apertura hacia las cosas del espíritu.

El alargamiento de los días es la señal con la subida de la temperatura para provocar la savia de los árboles, el despertar de la vegetación y de los animales que invernan, toda la actividad reproductora: los pájaros empiezan a poner los huevos, muchos mamíferos paren. En el hombre, esta subida de la savia equivale a un aumento de la energía, una movilización psicológica. Esta va precedida por un periodo de abstinencia, drenaje –las bebidas que contienen ácido láctico, como la sopa de salvado, de propiedades diuréticas y eliminatorias eran consumidas en gran cantidad durante la Cuaresma– y depuración, y las toxinas acumuladas por el cuerpo durante el invierno son eliminadas, evitando de ese modo ser puestas nuevamente en circulación. En caso contrario estas se quedan en el sistema y pueden ser el origen de diferentes problemas de estreñimiento.

Húsvét (Pascuas), en ese contexto, marca el reinicio, la renovación, la salida en el ciclo de las estaciones. Marca igualmente un periodo de fertilidad pronunciada. No olvidemos que Pascua es la fiesta del primer domingo después de la primera luna llena que sigue al equinoccio de la primavera. En muchas sociedades primitivas en la que el bioritmo no se encuentra influenciado por los artificios y las comodidades de la civilización, se observa que el ciclo menstrual de las mujeres coincide con el ciclo lunar, en el que la luna nueva marca el inicio de las reglas. El primer ciclo primaveral, dinamizado por la subida de la sabia –tanto en el organismo femenino como masculino– es particularmente fecundo.

Hemos llegado a la primera costumbre pascual típicamente húngara, tan profundamente enraizada que todavía está viva hoy en día: la costumbre del “regado de las jóvenes”. Hoy en día se hace con agua de colonia, pero antes de manera radical, con cubos de agua, y más antiguamente todavía por la inmersión en un riachuelo o un lago. Encontramos aquí el simbolismo del bautismo pascual por inmersión presente en las primeras comunidades cristianas. Las jóvenes responden al honor ofreciendo a los jóvenes un huevo pintado de rojo: el piros tojás. El simbolismo es evidente: por una parte se trata de un lavado espiritual de la joven mujer seguramente fecunda, que permite su fecundación, y por otra parte también de una puesta en escena de esta fecundación. Según la explicación del ritual ancestral, el rojo representa la sangre menstrual, la existencia del ciclo que garantiza la fecundidad, significando el huevo el fruto de la fecundación simbólica del “regado”.

El huevo ocupa un lugar particularmente importante en las festividades pascuales. Representa la renovación, la victoria de la vida –primavera– sobre la muerte, pero igualmente la resurrección del Cristo, su victoria sobre la muerte. Se han encontrado huevos pintados y raspados en las tumbas ávaros de la llanura húngara (se los puede ver en el Museo Móra Ferenc de Szeged). El arte de decorar los huevos se transmite de generación en generación: las niñas pintan los huevos con motivos tradicionales con cera, luego los sumergen en un baño de pintura. La cáscara conserva el color original bajo la capa de cera. En otras regiones, se rasca con una aguja la cáscara pintada anteriormente. Los chicos, por su parte, “hierran” los huevos y le aplican diversas formas a hierro por medio de pequeños clavos, sin romper la cáscara.

En las zonas rurales donde los rituales todavía están vivos, los huevos decorados se los pone, junto a otros alimentos. Unos como la sal, el agua, el vino, el pan simbolizan la presencia de Cristo en la vida diaria, siendo el alimento espiritual, los otros, como la mantequilla y la carne – hoy en día en forma de jamón–, el reinicio después del periodo de escasez. Se ponen juntos en una cesta que se ha llevado a la iglesia el Sábado Santo para la misa de Resurrección y la bendición del agua y del fuego. Los alimentos constituirán la comida de Pascua. La presencia de rábano picante en la cesta –un tanto incongruente desde el punto de vista religioso y si se ignoran los efectos psicológicos– es un signo más de que estas costumbres poseen raíces poderosas en el saber inmemorial del “cómo vivir”. Esta planta posee la propiedad de promover la producción de jugos que favorecen la digestión de comidas pesadas. Durante la Cuaresma, el sistema digestivo ha perdido la costumbre de digerir la carne y los alimentos grasosos, el rábano picante ayuda a retomar el trabajo.

Unas palabras sobre el conejo de Pascua, presente en Hungría desde hace más o menos siglo y medio. Se considera “importado” por las minorías alemanas y su origen es incierto. Unos lo consideran como uno de los atributos de Ostera, la diosa germánica de la fecundidad, representada generalmente con pájaros encima de su cabeza y con conejos a sus pies. Otros pretenden que ha nacido de un error. En los viejos tiempo, eran las gallinas pintadas –Haselhuhn ’pintada’, o Hasl palabra alemana cercana a Hase que significa ’conejo’– los que daban los huevos de Pascua. Con la desaparición progresiva de esta gallina en los corrales, sólo ha quedado su nombre, lo que explica la extraña costumbre de que el conejo de Pascua “ponga huevos”…

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