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No es todo czardas – La historia de la ópera húngara

Antonio Manuel Fuentes Gaviño

El interior de la Ópera Nacional de Hungría
El interior de la Ópera Nacional de Hungría

Durante los aproximadamente doscientos años que median entre la mitad del siglo XVII y la mitad del XIX, la ópera italiana impuso su dominio cultural en toda Europa, excepto en Francia. Incluso un ámbito tan culturalmente fuerte como Alemania no fue capaz de mantener una tradición continua de ópera en su propia lengua hasta comienzos del siglo XIX. Pero cuando la ópera alemana comenzó a florecer, interrumpió el desarrollo musical de los países vecinos, como ocurrió en los países sometidos a Viena, uno de los principales centros musicales de aquella época. De modo diferente a lo que ocurría en Austria, en Hungría no existía ningún compositor de la talla de Mozart o Beethoven, y esto condenó a la capital húngara a un estancamiento provinciano ya que no había una Corte que fomentase la ópera como parte de su afirmación dinástica y nacional. Así, la ópera quedó en manos de la Iglesia y de la aristocracia en pequeños reductos, como Nagyvárad o Eszterháza, donde trabajó Haydn durante casi treinta años. De este modo no es extraño, pues, que no fuese hasta 1793 cuando József Chudy compusiera la considerada primera ópera húngara, Pikkó herceg és Jutka Perzsi (El príncipe Pikkó y Jutka Perzsi) que, aun seguía los patrones musicales vieneses, pero basaba las partes más líricas y heroicas en el verbunkos, del que trataremos más adelante, y que empezaba a ser concebido como un símbolo de hungaridad. No será hasta la mitad del siglo XIX cuando Ferenc Erkel, siguiendo ya modelos franceses e italianos, lance la ópera húngara definitivamente al campo de la música internacional con la que es considerada la primera ópera nacional húngara, Hunyadi László, y en menor medida, con Bánk Bán. Estas óperas contienen ya muchos de los elementos que distinguen la tradición operística local, como la música tradicional y los temas históricos.

Ferenc Erkel En el siglo XIX, Hungría no era un estado independiente y los temas históricos siempre encontraban problemas con la censura, a menos que fuesen tan remotos que no supusiesen ninguna amenaza para las fuerzas de ocupación. Este es el motivo por el que tanto Hunyadi László como Bánk Bán fueron ambientadas en momentos históricos anteriores a 1526, año del inicio del reinado Habsburgo.

Estilísticamente, hay que tener en cuenta que la incorporación de melodías populares no era el recurso principal de Erkel, pues las raíces folclóricas húngaras fueron descubiertas por Béla Bartók y Zoltán Kodály a principios del siglo XX. Podríamos decir más bien que Erkel utiliza un estilo musical, desde el siglo XVII, como se dijo antes, había sido asociado a Hungría, aunque su denominación como verbunkos no se acuñó hasta finales del siglo XVIII, como deformación de la palabra alemana Werbung (reclutamiento). El verbunkos se popularizó a nivel internacional, llegando a ser utilizado por Ferenc Liszt en algunas de sus piezas de inspiración húngara, o por Johann Strauss en el segundo acto de Die Fledermaus (El Murciélago). A pesar de todo, Erkel fue capaz también de asimilar elementos foráneos, sobre todo italianos, y forjar un nuevo estilo de inequívoco sabor local. En este sentido Hunyadi László es la más italianizante de sus óperas, pero, a medida que su carrera progresa, estos elementos desaparecerán poco a poco hasta llegar a la última de todas István király (Rey Esteban) de 1885, donde muestra una nueva tendencia hacia el drama wagneriano.

La figura de Erkel como compositor nacional eclipsó la del resto de músicos hasta la llegada de Béla Bartók y Zoltán Kodály, descubridores tras una ingente labor etnomusicológica, como ya se comentó, de las raíces de la música tradicional húngara, incorporada posteriormente a sus obras.

Bartók, virtuoso del piano, estuvo siempre más interesado en presentar sus obras que en hacerse un hueco como solista, pero tuvo que hacer frente al conservadurismo del público, que nunca llegó a entender sus ideas estéticas. Sólo compuso una ópera, A kékszakállú herceg vára (El castillo de Barbazul) –estrenada en 1918–, y no es ni mucho menos la obra que mejor representa su verdadero genio creador, ya que Bartók era eminentemente un compositor instrumental. Aun así, El castillo de Barbazul es la ópera húngara más importante del siglo XX.

Las óperas de Kodály son, por su parte, posteriores a la de Bartók: Háry János y Székely fonó (El hilandero transilvano) –1926 y 1932 respectivamente– responden perfectamente al espíritu heroico nacional sin que conlleven el ejercicio de interpretación psicológica que exige El castillo de Barbazul, cosa que hace su audición mucho más fácil.

No fueron sólo estos tres compositores los que hicieron crecer el género operístico en Hungría. Sería necesario hablar también del ya citado Liszt, a quien hemos querido dejar de lado ya que su música no puede ser considerada estrictamente húngara, de Károly Goldmark, autor de Die Königin von Saba (La reina de Saba), o del no menos conocido Imre Kálmán, compositor de operetas tan famosas como Der Zigeunerprimas (El violinista gitano), Die Csárdásfürstin (La princesa de las czardas) o Gräfin Mariza (La condesa Mariza).

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