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Kaffka y su marido Ervin Bauer
Kaffka y su marido Ervin Bauer

Mujer en la retaguardia

Margit Kaffka

1880–1918

La vida y la muerte de Margit Kaffka está trágicamente ligada a la Gran Guerra, de la que ella era una de las primeras y más fervientes opositoras. La editorial hjckrrh acaba de publicar en formato digital el relato Dos veranos, en el que Kaffka narra la vida de una lavandera durante los dos prieros años de la guerra. Aquí os contamos cómo afectó la guerra la vida de la propia Kaffka.

Mujer en la retaguardia

Margit Kaffka es una de las escritoras más importantes de la literatura húngara, una mujer y una autora excepcional, reconocida incluso por sus colegas varones y admitida en un entorno de intelectuales eminentemente patriarcal de principios del siglo XX. A su muerte, Sándor Márai escribió: “En nuestra literatura fue un fenómeno sin par comparable en la literatura mundial a pocas escritoras, e incluso entre éstas, sólo a las mejores”.

Kaffka llevó una vida poco convencional para su época. En 1910 se divorció de su marido y se fue a vivir con su hijo a un apartamento en Buda. Sus problemas personales, a saber, compaginar el trabajo remunerado, el oficio de escritora, las labores domésticas y la educación de su hijo, eran a la vez problemas sociales que ella reconoció con suma sensibilidad y dejó plasamados en varios escritos y discursos.

En 1913 conoció a Ervin Bauer, hermano menor de Herbert Bauer conocido como Béla Balázs*. Ervin Bauer, médico recién licenciado, era un hombre culto y sensible, diez años más joven que ella. Al principio de la relación él tenía una novia que luego abandonó, y al año siguiente el joven médico y la escritora contrajeron matrimonio. No fue sencillo. La familia de Ervin se oponía y Béla Balázs demoraba el concederle a su hermano menor la declaración de aprobación que éste necesitaba por no haber cumplido aún los 24 años. Al alcanzarlos en agosto de 1914, la boda pudo celebrarse sin más obstáculos.

Kaffka recuerda la ceremonia de esta forma:

“El fin de semana contrajimos matrimonio en la oficina del registro civil. Estaba un poco asustada, pero él me llevaba con manos firmes. ’Podemos separarnos si quieres’, farfullé temblando de remordimiento, pero él, que es un sol, se rio: ’¿a que tienes miedo, cariño?’/Ya es tarde para tener miedo”. Yo era enteramente suya -ya antes también-, ¿qué daño nos podía hacer casarnos?

Estando de viaje en Perugia aún como novios, les llegó la noticia del estallido de la guerra. Kaffka pertenecía a los pocos escritores que desde un primer momento se opusieron fervientemente a la guerra, a los que las ideas nacionalistas y la venganza política eran completamente ajenas. La hermana de Ervin, amiga íntima de Kaffka, escribió así sobre su cuñada:

“La odiada guerra y Ervin constituían sus únicos pensamientos. En aquellos tiempos había mucha gente que veía en la guerra algo grande, algo justo. ¡Y Margit tenía razón! Ella aborreció la guerra desde el primer momento, la consideró una atrocidad, el fracaso de la humanidad y el humanismo. No fue capaz de resignarse.”

Tras separarse de su amado marido, Kaffka le enviaba cartas, telegramas y paquetes con regularidad incluso varias veces al día. Esperaba los de su marido y cuando podía viajaba adonde estuviese estacionada su unidad para poder estar a su lado. Su vida se llenó de desasosiego, preocupación e inseguridad. Temas recurrentes de estos mensajes eran la asuencia del otro, el miedo poducido por no recibir noticias del ser querido y los celos.

“No hay carta, no hay carta. Los que, y son muchos, hoy llaman ’interés nacional’ y ’cuestión diplomática’ o ’problema militar’ a ese juego tan terriblemente divertido al que juegan en la vida real ¿podrían aguantar esto…? La mujer despojada de todo e ignorada y sin que le pregunten su opinión, se queda ahí trajinando a veces apática, otras enloquecida, otras desgarrada por los crecientes problemas, y aguardando… con una esperanza cada día más maniática y una desesperación más pesada-y no ha llegado carta, esta vez tampoco ha llegado ninguna carta del campamento. Una va corriendo a casa (pues sólo se ha ido para concederle un poco de tiempo al destino), gira jadeando la calle, el corazón le palpita al subir por las escaleras, clava la mirada en el buzón-y la hojalata brilla cruelmente desde dentro, se ve el fondo de la caja: ¡está otra vez vacía!”

El 11 de marzo escribió en su diario:

“Esas difíciles cuatro horas. Correo terrible, los rumores son terribles. Desesperante.

––Por la tarde hago las compras y envío muchos objetos pequeños. Apenas voy tirando. Tengo unas pesadillas terribles. -Esta madrugada he soñado, se lo conté a la criada, que esta tarde iba a ser el entierro de mi marido.”

Mientras tanto, Kaffka seguía escribiendo. En 1915 se publicó en la revista Nyugat Apuntes líricos sobre un año, una especie de diario ensayístico enfocado en el tema de la guerra, el sufrimiento de las mujeres de la retaguardia condenadas a vivir sin hombres, la preocupación por los seres queridos, y la inseguridad y el temor constantes. En 1916 salió a la luz Dos veranos, en el que Kaffka retrata con una sensibildad y una sutileza sin par la vida en la retaguardia de una sociedad abandonada y perpleja.

Ervin también le dirigía cartas a su mujer. En 1916 lo destinaron al hospital militar de Temesvár (hoy Timiºoara, Rumanía), como patólogo. En sus cartas le hablaba, entre otras cosas, de los experimentos que estaba realizando y de los libros que debía conseguir sin falta, así como de la gripe española como amenaza y como problema médico. Le envió asimismo una descripción precisa y objetiva de la enfermedad. Pocas semanas después, Kaffka fue ingresada en el hospital con síntomas de la gripe española junto con su hijo de 12 años. La enfermedad resultó fatal para ambos, murieron en diciembre de ese mismo año.

Eszter Orbán

*Sobre el esteta del cine, guionista, crítico y poeta, autor del libreto de El Castillo de Barba Azul, puedes leer un artículo de lho: http://lho.es/index.php?pagetype=hungarians&id=867&search=true


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