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¿Qué palabras son de origen húngaro en la lengua castellana?
Vampiro, doloman, húngaro.
Cíngaro, ugrofinés, Violante.
Coche, húsar, czardas.
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Rincones literarios
La apología del maltrato – El éxito del drama Liliom de Ferenc Molnár

Éva Cserháti
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La excelente acogida del teatro húngaro en España empezó a principios del siglo XX. Aunque el nombre del célebre dramaturgo Ferenc (Franz o Francisco) Molnár (1878-1952) aparezca en los periódicos solo un par de veces en los años 1910, una década más tarde no solo llena las secciones de teatro sino también las de cotilleo.

Ese “poeta de gran valía, originalísimo, lleno de ingenio y rico de ideas” (Nuestro Tiempo, 1900) es el autor de la más famosa novela juvenil húngara Los muchachos de la calle Pál (2011, Bambú, Trad. de Adán Kovacsics), que es lectura obligatoria en todos los colegios de Hungría. Pocos lectores saben que en realidad al venerado autor, los niños le importaban poco. Su propia hija –que nació en 1906, en el año de la publicación de la novela– lo recuerda como un padre distante al que le molestaba su presencia. La indiferencia del Molnár tal vez tenía que ver con el género de su vástago, puesto que su novela juvenil carece por completo de caracteres femeninos (con la excepción de una mujer de la limpieza y una madre que cuida de su hijo moribundo). Molnár desde muy joven tenía mala reputación respecto a las mujeres. Era un borracho, obstinado y vengativo que gracias a su carácter dominante tenía éxito tanto en su carrera como en su vida privada. La noticia de su encarcelamiento (Provincia, 1913) debido a un duelo con el marido de la famosa actriz Irén Varsányi llegó a la prensa amarilla de España antes de que sus obras conquistaran los escenarios de Madrid y Buenos Aires. Durante la década de 1920 se estrenan El diablo, “la comedia que fue puesta en las nubes en Hungría, que sedujo a los vieneses, conmovió a los berlineses, fue interpretada por Zacconi, y atravesó el Océano para ser representada en innumerables teatros americanos” y El oficial de la guardia, El carnaval y El cisne. La última “gira alrededor de una bellísima mujer que vive en provincias, dulcemente secuestrada por un hombre de mucha más edad que ella, que la ama apasionadamente y que se desvive por satisfacer sus menores caprichos”. Pero el mayor éxito de todos fue el estreno de Liliom, el drama que sigue siendo su obra más popular en Hungría y en todo el mundo. Liliom cuenta “la vida y muerte de un vagabundo” (Nuestro Tiempo, 1911) que seduce a una sencilla sirvienta, Julia. A pesar del maltrato, la muchacha ama a Liliom, y cuando se queda embarazada él decide conseguir dinero robando. El plan falla y Liliom se suicida. Una década más tarde vuelve de la ultravida para arreglar todos los errores cometidos contra su mujer durante su vida. Pero vuelve a perder la paciencia y no solo vuelve a maltratarla a ella, sino a su hija también. Molnár estrenó el drama en 1909 durante el divorcio de su primera mujer Margit Vészi. Su noviazgo empezó en 1905 cuando la joven apenas tenía veinte años. Después de unas pocas semanas de amor romántico, Molnár se dio cuenta de que Vészi no era ni de carácter maleable, ni la mujer dócil que él necesitaba como compañía. El maltrato comenzó enseguida, Vészi rompió con él, volvió a casa de sus padres, y más tarde a París a continuar con sus estudios. Desafortunadamente gracias a la intervención del poeta Endre Ady, Molnár consiguió aplacar su ira. Al final Margit volvió a Budapest, los jóvenes se casaron y la pareja se mudó a un apartamento grande y luminoso en la calle Népszínház. El matrimonio fue difícil desde el principio, lleno de escenas violentas. Molnár salía hasta muy tarde y dormía hasta mediodía. Si su mujer le reprochaba algo, la abofeteaba. Una fuente de sus conflictos fue la ambición artística de Margit. Molnár quería que ella abandonara sus planes de futuro y se dedicara exclusivamente a su servicio. Un día que daban una cena, Molnár cortó las rodillas de su esmoquin y les dijo a los invitados presentes “Mi mujer es una pintora genial y por eso no tiene tiempo de zurcir los pantalones de su marido”. Margit salió de la sala llorando. El maltrato físico era diario y dejó marcas en el cuerpo de Margit para toda su vida. Molnár le rompió el meñique cuando una vez ella le reprochó haber vomitado en la bañera. Margit se quedó embarazada y debido a la brutalidad del maltrato de su marido decidió volver a casa de sus padres estando de cuatro meses. Tras el nacimiento de la niña, ya no pudieron hacer las paces. Margit se fue a París con su hija y continuó sus estudios de pintura. Molnár le dedicó el drama Liliom: el maltrato retratado por el maltratador. Los personajes femeninos de la obra declaran que hay bofetadas que no duelen. Liliom fue estrenado en Hungría en 1909, pero fracasó. Su éxito universal empezó a raíz de la traducción al inglés por Benjamin Glazer para Hollywood en 1920. En España, se estrenó en 1926 en el Teatro Reina Victoria. Casi todos los periódicos y revistas hablan del estreno. A finales de mayo La Nación anuncia a sus lectores que “por dificultades para el acoplamiento del decorado, el estreno en el Reina Victoria de la comedia en tres actos, divididos en un prólogo y siete cuadros, Liliom, original de Franz Molnár, se ha aplazado para mañana sábado, a la misma hora.” Se anuncia como una obra por la que “reina gran expectación por su originalidad y atrevimiento, ya que en ella … se abordan temas del máximo interés y emoción”. Sin embargo, el estreno no fue un éxito rotundo. “Nos urge decir en seguida” escribía Rafael Marquina en La Libertad, “que la versión castellana es desgraciadísima y de una constante torpeza de frase, que pone en peligro la comedía a cada momento. Y que el ritmo de exagerada lentitud impreso por los actores a la representación no la favorece tampoco nada”. Más tarde el mismo crítico aclara que la traducción no fue hecha directamente del húngaro sino que se siguió “una adaptación” del francés. Unos días más tarde, la misma revista dedica un elogio de media página a la obra. El reseñista compara a Molnár con Dostoievski en su grandeza y profundidad. “En el fondo de sí mismo Liliom ve la tragedia de su inutilidad aureolada por el inmenso amor de Julia y para borrarla y apagarla quiere hundirla bajo el peso de su barro. […] Vuelto a la tierra después de su suicidio aprovecha aquel día para darle alegría a su hija y acaba golpeándola. […] En la última escena Julia –idéntica a sí misma en perpetua fidelidad– afirma a su hija que hay golpes que se reciben y se sienten pero que no hacen daño.” La Lectura Dominical opinaba que “La obra, que, sin empacho, por su tendencia y por su contenido, la hemos de clasificar de eminentemente mística… tiene atrevimientos de teología moral, cuya ortodoxia o heterodoxia no somos nosotros los llamados a calificar, ni mucho menos a condenar o aprobar; pero desde luego nuestro aplauso y nuestra admiración no podemos disimularlos si tenemos en cuenta que este teatro fuertemente espiritual sería el único que podría desterrar de la escena tanta inmoralidad, tantas liviandades, más o menos doradas, por el diálogo, que son la causa de la degeneración del gusto actual.” El primer estreno de Liliom fue seguido por varios periódicos (el reestrenó en el María Guerrero tuvo aún más éxito en el año 1955), y la obra cobró tanta notoriedad que la televisión española produjo dos versiones televisivas de la misma en los años 1970. Sin duda el estreno en Broadway, en 1945, del musical Carousel que está basado en la obra teatral con música de Richard Rodgers y libreto de Hammerstein ayudó en gran parte a que el drama no cayera en el olvido. (El verano de 2018 lo estrenan en Barcelona.) El Liliom de Ferenc Molnár es un clásico del arte dramático. La figura del maltratador empedernido y de su víctima que lo ama a pesar de los golpes recibidos ha cautivado a miles y miles de espectadores. Después de cien años de éxito ya es hora de conocer la sombría historia del matrimonio que lo inspiró.

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